domingo, 28 de abril de 2013

volver a donde no había nada

No sería mala idea compararlo al sexo.

Cada cierto tiempo uno siente la necesidad inherente de escribir.
Ya la sentía cuando no sabía que podía hacerlo, hace pocos meses. Y ahora...ahora que soy capaz de aliviarme así, la necesidad crece cual árbol bañado de luz, busca más, y sale hacia el lugar de donde viene el calor.

Aparece la necesidad de pararse, ante un universo, blanco, vacío. Y llenarlo de todo aquello que rebosa de la mente, imparable, alimentado cada día por la rutina, los eventos fuera de ella, las conversaciones y los largos silencios.

Un reseteo, un volver a ordenar lo que llega sin pedir permiso y se apila de cualquier forma. 
Un momento escuchándote en silencio, sin palabras. De eso se trata. De escuchar que piensas sin cuestionarlo, sin discutirlo. Transcribir simplemente lo que te llega al oído,  esta vez desde dentro. Para saber de qué montaña llega el río que tanto trabajo te cuesta guiar.

Volver a las notas que una y otra vez invoco para desahogar esta garganta llena de voces.

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