lunes, 24 de febrero de 2014

Sueños de niño

Nada hace desbordar los ojos de nostalgia como los sueños de niño.

Son aquellos sueños que tienes desde siempre, desde que comienzan tus recuerdos. Y cuando te visitan....
...cuando te visitan olvidas a hablar, olvidas tu aspecto, y tu voz, olvidas cientos de personas, y recuerdas otras, olvidas cientos de lugares y reconstruyes unos pocos a tu alrededor, sus olores...el tamaño de las cosas que puedes coger...olvidas que sangras, que sufres...y recuerdas donde escondiste tus juguetes.

Son aquellos sueños que olvidaste, incapaces de ser recordados, solo el inconsciente los acapara con recelo a ser desvelados. Son esas imágenes difusas que tuviste cientos de veces, siempre iguales, sin forma ni sentido. 
No se pueden escribir, no se pueden describir ni volver a imaginar con los ojos abiertos, solo puedes soñarlos de nuevo, si el tiempo te premia algún día con ellos.

Poco se ha escrito de ellos, siempre perdidos e inimaginables.

...laberinto

He descubierto, que puedo entrar en el laberinto de mi mismo a través de la escritura.

Soledad, tiempo y paciencia es lo único que necesito.
Empiezas por la misma puerta de siempre, y atraviesas los mismos pasillos al principio, pero, cuando llegas a un cruce en el que antes parabas y dabas media vuelta para salir, buscas en el bolsillo y ahí está, un ovillo de lana, un papel donde escribir el camino. Tranquilízate, y sigue explorando.
No te autojuzgues, y déjate llevar por el instinto.

Descubrir murales y pinturas que contenía dentro, en lugares a los que nunca había llegado... 

...hablando del pasado

Estoy listo.

Para hablar de aquella vez que tu voz, entró y me quebró la mente con una sola frase.

Esta vez, me empujó y elevó hasta caer a lomos del Glifo. Me llevó a un lago, donde los reflejos eran recuerdos y la brisa los hacía desaparecer y aparecer de nuevo, ajena. 
Las piedras rebotaban emergiendo en cada salto recuerdos de una misma historia, hasta que caían al fondo y las imágenes se desvanecían.

Recuerdo cuando podía leer tus ojos.



Hace días, sentí abrazar un cuerpo y un alma distintas.
Abracé a aquella persona a la que tenía en brazos meses atrás. Y ella hizo lo mismo.
A través del tiempo, del espacio, nos abrazamos de nuevo sobre camas distintas. Volaron nuestras almas apenas unos cientos de metros, y llegaron como huésped al cuerpo que agarrábamos. Y en el alma nos sentíamos.

Tras unos segundos, encuentras la incomodidad. 
De que ya no respiráis al mismo tiempo, ya no bailan a ritmo los cuerpos bajo las sábanas, de que ya no encuentras sus labios en la oscuridad.

miércoles, 22 de enero de 2014

...mis demonios

Aquí llegan. Mis demonios.
Olvidado de ellos.
Rápidos, irrumpen cabalgando sin pisar el suelo, levantando una humareda que desprende olor amargo.

Invocados.
Por una canción tenebrosa se acercan desde los cuatro puntos cardinales.
Gritan. 
Cada cierto tiempo, con un ritmo y una armonía capaces de levantar los bellos de las pieles de las más feroces bestias. En un idioma que solo las hadas entienden.

Se acercan. Premonitores de la tragedia. Antes de que el tiempo se detenga por completo, en un suspense, en ese segundo en el que dejamos de respirar.

Vienen.
Para quitarme la máscara y dejarme de nuevo el rostro al descubierto. Porque saben, que aunque me duela el viento en la cara ablandada, aunque me queme el Sol en la piel blanquecina, aunque me escuezan los ojos acostumbrados a la oscuridad, la máscara se resquebraja, y la transformación debe acabar.

Son Ellos. Mis demonios. Esos cuatro.

lunes, 16 de septiembre de 2013

...pájaros

Sabes que mis sentimientos son pájaros.
Encontraste que decidieron echar alas porque no querían caerse más.

Los lanzo al vuelo y desaparecen por meses, hasta que un día vuelven, atraídos por una brisa que les lleva el olor de un pensamiento o recuerdo.

Siempre, viejos pájaros algunos, vuelven al lugar donde nacieron.

Todos traen un pequeño pergamino. En él, está escrita una historia. Algunas releídas tantas veces que la letra ya está borrosa.

No creas que existen pájaros desterrados, o aves que nunca vuelven. Todas vuelven, tarde o temprano, con más o menos frecuencia.
Distinto es que abra sus pergaminos con tristeza o desencanto. Que éstos estén más o menos desgastados que a veces no sepa ni para que regresan.

Mis favoritas son aquéllas aves grandes, preciosas, portadoras de historias largas y sin final. Papeles que leo con mucho cuidado para no estropearlos, y con los que esbozo una sonrisa cada vez que los abro para escribir un nuevo capítulo.
Cuando lo hago, lo hago muy fuerte, apretando mucho el lápiz, para así asegurarme que lo que escribo no se borrará en el tiempo en el que el pájaro no esté conmigo.


Ahora mismo, sentado en la mesa con un papel recién empezado, levanto la vista y miro, busco que ave podría llevarlo cuando lo acabe. No sé porqué, miro con fijación solo aves de plumaje colorido y majestuoso.



viernes, 9 de agosto de 2013

...tú, titan.

Ostentoso. El titan que habitó por siempre detrás del corazón. Agarrándolo, apretándolo.

De unos más fuertes que de otros. 
Su último motivo es salir afuera, desde dentro.

Centro de miradas a su paso, demoledor, marcando huella donde quiera.
Sueña con enamorar de una mirada, ser admirado por pequeños, y respetado por enemigos.

Realmente no necesita conseguir un beso, quizás ni lo quiera, pero debe de ser capaz de sentir el deseo en los ojos del otro, a su paso.

Vive dentro de todos. Colocado con tu número de serie. Ya nos olvidamos de él.

Nos ha enseñado a no preguntarnos nunca porqué debemos de ir elegantes. Nos ha enseñado a vivir con la necesidad de algo que a veces admitimos innecesario.

Y en ocasiones rehusamos de él, abiertamente, como algo que se debe hacer. Y por la noche, lo volvemos a sentir, apretando, sin darnos cuenta. Pues la fuerza la hemos sentido tantas veces que ya no nos duele. Pero nos controla. Porque sabe, que existen otros como él, dentro de cada corazón andante, jugando al mismo juego.

La imagen del espejo.



...la magia

La magia no existe. 

Es el nombre que le damos a lo que no creemos de nosotros mismos.
Pero algo, un objeto, no es mágico.

Mágico es el momento, una noche, dos segundos en los que miro a tus ojos y puedo leerte. 

Es mágica la casualidad. Y el momento en el que las ganas destrozan el cristal del miedo y la vergüenza.

Es mágico el susurro de un ser diminuto que creías perdido, y que, en el momento más idóneo, decide decirte lo valiente que eres. Un "hazlo!".

Es mágica la música.

Tus rizos y la leve inclinación de tu cabeza cuando sonríes con los ojos, aparte de tus labios.

Es mágica una aventura donde no existe protagonista.