viernes, 3 de mayo de 2013

Goliat

Quedo preocupado por mi vida.
De nuevo vuelta al desorden. Sin cauce, ni mar a la vista.

La dificultad de aquello que no existe se antepone a cualquier valor.
Una dificultad creada por nuestros ancestros. Algo que sin que nadie nos lo explique, aprendemos, por toxicidad del aire.
No se puede arreglar. No la puedo arreglar. Ni con mis palabras.
Solo puedo hacer que remuevas un poco el aire con la mano, y respires apenas algo de un aire sin contaminar. Pero no es posible abanicarse por siempre.

Existen unas normas que no existen. Unas normas irrompibles. Y aquél que actúa ajeno a éstas, a veces absurdas e ineficientes, está fuera de lugar. 
El mas sabio, el que vió lógico que la tierra fuera redonda, actúa con la mayor madurez y sensatez. Y tomado por loco queda refutado por las mismas frases, repetidas, que nadie libre de celos, envidias o rencores creó.
No somos capaces de dar libertad ni a nuestro cuerpo porque nuestra mente es la primera que está enjaulada entre aires envenenados.

Aficionado a dar consejos. A creerme maestro de nada. Aquello mismo que defiendo me aparece, y pregunta. Dudo, y me siento pequeño. Miro a David con ojos de aprendiz, aún herido, y entiendo que todavía no sé todo aquello de lo que es capaz Goliat.
Aún quedan heridas que curar hasta llegar a ser el David de mi propia historia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario